Como un terremoto popular han sido estas tres semanas que tal como lo señala Rosa Luxemburgo en Huelga de masas partidos y sindicatos ha reunido luchas callejeras, motines, paros generales, paros sindicales, y adhesión de la gran parte del espectro de las capas sociales medias y bajas así como a diversos agentes sean portuarios, trabajadores precarizados, estudiantes. dentro del momento actual de movilización, fracturación y cuestionamiento de un modelo de desarrollo social político y económico del Chile post-dictatorial, que lleva ya casi un mes sin resoluciones concretas así como sin culminación del conflicto social. Si la marxista polaca situaba el contexto en los alrededores de la revolución de 1917 en Rusia, la actual configuración de tales luchas han devenido en una convergencia de petitorio nacional, a saber, una asamblea constituyente para rearticular por vías político-institucionales el crimen materializado en decreto supremo que es nuestra constitución y modelo político-económico actual. Tal contexto es el que se encuentra la obra de Felipe Rodríguez, que comienza con su cortometraje de etnografía-social o mejor dicho de videoarte-político-contingente llamado Noches de caras iluminadas.
Esuchamos un saxofón con una estética romanticona de los ochentas aparecen escaleras mecánicas, luces de neón, que nos rememoran a esos espacios muertos, de los no lugares de la sobre-modernidad tan manoseados por los análisis urbanísticos y sinópticos a partir de los escritos de Marc Augé. Nos acordamos de Music for airports de Brian Eno inspirado en el minimalismo americano, dentro de un contexto individualizado, solitario de monadología solipsista así como también el famoso programa radial La hora del Taco y la naturalización de la alienación en momentos de gran congestión vehicular dentro de la cotidianeidad capitalista post-explotación, en las grandes urbes de Chile; Programa cuyo inicio empezaba con la canción Would I Lie To You? las palabras de Cristian Velasco, seguían el proceso de consolidar la ideología alienante en efecto mintiéndonos de cómo tenía que ser nuestra propia miserable existencia. Al comenzar el momento rocanrolero de las barricadas dicha música deviene más rápida y los saxofones y trompetas se transformas en un Jazz-Punk que nos rememora al No-Wave de James Chance and the Contortions y su famoso. I can’t stand myself la deriva positiva de esta imagen-secuencia transformada en un movimiento disruptivo en el que el sujeto-neoliberal y la producción del espacio de consumo -a lo Lefebvre- son abolidos y resignificados por la insurrección popular.
“A un pueblo que le prohibieron los carnavales” nos dice el video de Felipe Rodriguez, lo carnavalezco que en nuestra región de Valparaíso ha sido limitado a la decadencia y sobrepaso de los carnavales culturales Mil Tambores o la alienación de las clases bajas mediante el nihilismo fiestero disfrazado de cuerpos pintados sin un trasfondo ni político ni cultural, es reavivado en esta revuelta actual el posicionamiento político “subversivo y alegre” del MJL quienes desde la transición a la democracia siguieron resistiendo desde la ilegalidad a una dictadura pactada por una democracia consensual y cartucha, haciendo también alusión a la subjetividad plebeya desprotegida por falta de educación sexual. no obstante, el “terrorismo de plomo” solo lo han dado las fuerzas del orden, militares y policías que han disparado con balines de fierro y dejado a cientos de personas con pérdidas oculares, con heridas graves, cosa que solo nos hace confirmar la tesis Althusseriana del monopolio de la violencia por parte de los aparatos represivos del Estado. Pese a todo lo anterior, ahora lo carnavalezco de Batjin se repone pero con un matiz desarmado, solo con piedras, fogatas, estas últimas tal como aparecen en el video pueden incluso verse viejos borrachines bailando al son del saqueo y recuperación “le urge probar los frutos de la revuelta” nos dice el video de Felipe Rodriguez a este pueblo acostumbrado a ser reprimido, acostumbrado a ir sublimando sus afectos de consumo con pulsiones narcisistas de un ciudadano endeudado para comer, para comprar, para seguir el ciclo del capital. El ciudadano-credit card ya avizorado por Tomás Moulian hace 20 años en Anatomía de un mito entra en cuestión, aquellas vitrinas del consumo de esta sociedad espectacular integrada, y el destrozo de estas mismas para la apertura nuevas formas de sociabilidad, una reinvención de los político . Se escucha “Verano-otoño, primavera-verano” en tono sarcástico al momento en que en el video yacen al lado de una barricada como botín de guerra la ropa de alguna multi-tienda, eso es otro rasgo típico de esta revuelta, no siempre el saqueo es individualista, no siempre es una expropiación-individual, para el posterior usufructo, sea de revendedor en mercados informales, en ferias de las pulgas o en Marketplace de Facebook, al contrario de esta corriente nacida con los ilegalistas franceses del siglo veinte, lo que ha mostrado no es sino la quema de las mercancías saqueadas las cuales han sido usadas como material combustible para la revuelta popular ¿Ajusticiamiento a los perdonazos de estas tiendas? ¿Ajusticiamiento a los grandes monopolios familiares?
Se ven excavadoras incendiándose un “ludismo trascendente” nos diría Anselm Jappe, siempre situando el territorio dentro del conflicto territorial indígena y el neo-extractivismo de la zona austral valdiviana, destrucciones hacia los cajeros automáticos, cosa que nos hace rememorar a la propia “Economía moral de la multitud” analizada por E.P Thompson en su análisis de los motines de subsistencia en los movimientos políticos del siglo XVIII y XIX, y que nos confirma contemporáneamente el argentino Christian Ferrer con su apología al movimiento Ludd sañalando “[…]los luditas no renegaban de toda la tecnología, , sino de aquella que representaba el daño moral al común; y su violencia estuvo dirigida no contras las máquinas en si mismas […]sino contra los símbolos de la nueva economía política triunfante” En este caso lo común es reprimido, sublimado y fagocitado por la lógica del dinero, esta sacralidad que todo lo reduce y que todo lo puede, por tanto no son los clásicos portonazos y robos de cajeros que aparecen en Policías en Acción, sino que una destrucción creadora de los elementos alienantes de una sociedad basada en la deuda y el crédito, en el despilfarro, ahorro y ciclo común del consumo. En el caso chilensis la figura si se lo puede denominar, “ludita” durante el proceso de proletarización forzada de finales del siglo XIX y comienzos del siglo veinte el peonaje -actual lumpenproletariado- de origen rural y mestizo, con grandes reminiscencias del inquilinaje colonial y de la subversión de las capas campesinas frente a este modelo hacendal en sus análisis sobre la criminalidad rural y urbana analizados desde el concepto de redes de subsistencia económicas y vitales alternativas al modelo de producción ligado al trabajo asalariado Ignacio Ayala, historiador que contextualiza la marginalidad urbana de Valparaíso y Santiago nos dice al respecto que “[…]Frente a las múltiples fuerzas alienadoras –sindicatos, proletarización, pauperización de las condiciones de vida, alza de los precios, etc.–, el peonaje urbano respondió atacando directamente a sus oponentes sociales: elites y autoridades; diferenciándose, a través de sus prácticas propias, de un movimiento obrero agregado al proyecto estabilizador y modernizador del Estado”
Dicha resistencia a la nueva fase de acumulación y por tanto a la forma-sujeto proletaria industrial o propia del trabajo asalariado liberal nos da cuenta de una variante del ludismo en cuanto que la identidad mestiza y heredera de comunidades de base inquilinas o hacendales las cuales si bien mantenían una relación de vasallaje y explotación bastante brutal hacia los trabajadores rurales nos interpela al éxodo rural que estos tuvieron hacia los nodos modernizados Santiago-Valparaíso en los que se avizoraba un futuro más próspero, cosa que solo trajo consigo una añoranza a la forma de vida rural y a las comunidades de origen frente al modelo modernizante del Estado moderno burgués chileno de las primeras décadas del siglo veinte.
El historiador Igor Goicovic en su notable estudio sobre la violencia popular como partera de la historia proletaria nos hace un recuento del rol de dicha intempestiva popular y a propósito de ello nos dice “[…]las revueltas peonales de fines del siglo XIX y comienzos del XX se encuentran en la lógica de resistencia a la proletarización”. Un movimiento que tal como lo señala Christian Ferrer en su célebre Cabezas de Tormenta las huelgas salvajes del caso del “Homenaje a los luditas” llevaban años de incubación, cientos de años de vejámenes, miseria, y violencia alienante por parte de aquellos grupos que en las diversas etapas de acumulación capitalista poseían el mando, a veces siglos enteros se vierten en un día, nos dice Ferrer tal como lo que ocurre hoy, luego de 30 años de una transición con hedores y reminiscencias de la putrefacta constitución de Jaime Guzmán, de un neoliberalismo acérrimo de una violencia institucionalizada y la precarización cotidiana que con ello asoma. “A punta de fusiles y luces nos hicieron creer que el agua tenía sabor a Coca-Cola” nos interpela con intervenciones de tipo cut-up de Burroughs, de intermitencia comunicacional que bien podrían ser un détournement situacionista, en términos de reapropiación de un objeto propio de la industria cultural o del establishment consensual cosa que aplica Felipe Rodriguez, pululando entre la cultura popular “no se yo no vi nah, pero de que estuvo weno, estuvo weno… usted sabe como es la wea’… lo que es weno’ es weno’” dice el entrevistado de Rancagua post-vandalismo popular y emitido en directo para la televisión nacional; la inserción de estos rasgos del folklore nos recuerdan al gran José Angel Cuevas, ex – poeta de Puente Alto quien desde los ochentas nos integra vocabularios populares como parte del imaginario de clase al cual pertenece, y el cual pese a los intentos de generar automatismos lingüísticos a partir de la lengua materna que es la del imperialismo Yankee, no ha podido aplacarse, así como a Armando Mendez Carrasco quien incluso integraba en sus libros diccionarios del Coa revitalizando así la jerga lumpen y toda la creación de conceptos y códigos de los marginados y que se sigue con dos rostros del delirio de esta vía chilena al neoliberalismo comandante en jefe Pinochet y el funado Mario Kreutzberger -el mismo que aparecía en los primeros spots publicitarios de las AFP- quien entre balbuceos de un comercial de la Teletón aparece de manera acelerada producto una intervención técnica de Felipe Rodríguez seguido de ello, y continuado a dicha escena surge el mismo sujeto de la cultura oficial que ve la discapacidad como mercancía con una donación de los Militares, mostrando su aporte para esta fundación y su evidente blanqueamiento de imagen.
“Pero no es posible volver a la normalidad cuando ellos han hecho desaparecer tantas veces” aparece escrito con una tipografía de Matrix, de computador noventero, y de analogía visual que se contrasta con el caso aparecido en el canal de Luksic (Canal 13) sobre el Milicogate. La desaparición de arcas fiscales por parte de la síntesis empresariado-fuerzas armadas, no hace más que consolidar su doble rol Derridiano de hantologie a saber, ese neologismo que hace alusión a los espectros, definidos como los trazos y reminiscencias que no solo son invisibles en términos materiales sino que colman de presencia la actualidad; pasamos desde los espectros de un estado ausente, a los espectros de cadáveres de los detenidos desaparecidos que nos rememoran a la necropoética Perlongheriana, terminando con los espectros de aquellos millones de dólares invertidos y robados por las Fuerzas Armadas para satisfacer al brazo armado de la burguesía nacional. El zapping nos conmemora una etapa en la que se encontraría el capitalismo tardío de Alienación y Aceleración de la sociedad neoliberal avanzada, tal como lo señala Harmut Rosa, modelo de ritmoanálisis societal en donde las categorías de espacio-tiempo, del zapping des-centrado propio del post-fordismo, un modelo que trae consigo las problemáticas de flexibilización laboral y precarización característicos del modelo actual de producción y auto-explotación Uberizada de una vida sinóptica en la que la sobre-exposición individual de los smartphones y de las promociones de bolsas de prepago de WOM o ENTEL, nos hace vivir una dictadura de los followers así como de la auto-explotación constante generan un ritmo de vida patologizante, de narcisismo y autofagia de los “likes”