3. Conociendo a los navegantes y constructores de ribera
El primer trabajo de campo fue bastante exploratorio, debía elaborar una tesis para graduarme como antropólogo y magíster en diseño de entornos sostenibles. Esto ya suponía una serie de condiciones no menores en cuanto a la elaboración de una investigación y la entrega de un producto final para garantizar el aprendizaje obtenido durante 7 años de estudio. Todo esto perfectamente podría ser obviado, pero no, como revisé antes con los autores citados, los formatos no son simples depositorios en los que se vierte el conocimiento, por el contrario, son dispositivos cargados políticamente en contextos socio-histórico específicos u constituyentes del conocimiento mismo proporcionado, no existe la distancia entre forma y fondo. En definitiva, como escribí al borde de mi humedecido cuaderno de campo de un trabajo anterior, por más tiempo que pases sembrando ningún paper huele a tierra.
Mientras acompañaba a los arquitectos en su búsqueda de patrones morfológicos de arquitectura vernácula en Puerto Aguirre, seguía pensando la cuestión del texto. El investigador a cargo vivió durante su juventud varios años en la caleta, y era bastante querido en el archipiélago. Fue él quien me habló de los carpinteros de ribera en la zona, y una mañana salí en su búsqueda orillado el pueblo, así fue como conocí al maestro Juan Remigio Huentén.
Hablamos toda la mañana, y durante la tarde lo acompañé a trabajar en su taller, me habló de las antiguas maneras de construir embarcaciones, antes del motor, una forma de surcar los canales que ya estaba desapareciendo: la construcción y navegación en chalupa a vela. Juan Remigio Huentén no era el único carpintero de ribera en el archipiélago de Las Huichas, en los sectores de Estero de Copa, Caleta Andrade y Puerto Aguirre, estaban otros tres Juanes: Juan Lepío, Juan Carliepi y Juan Vargas, alias Poroto. Este último, fallecido un par de meses después de nuestro encuentro
Cada uno de ellos tenía sutilezas en la forma de desarrollar sus creaciones, maneras de moverse, fijaciones, sin embargo un pasado común, una manera de aprender su oficio, el arte de crear estructuras flotantes en el mar. Sin embargo, este oficio estaba en riesgo, el motor primero y la fibra de vidrio después, solo por mencionar algunos de los factores de los cuales hablaré más adelante, transformaron las dinámicas de navegación por los canales quedandonos solo recuerdos fragmentados, herramientas guardadas, materiales en desuso, cipreses muertos.
Pero además de los constructores de ribera, en estas historias de canales los otros protagonistas eran los navegantes: pescadores, cazadores y buzos escafandra que surcaban estas aguas durante el siglo XIX y XX. Descendientes de los canoeros Chonos, surcaron los canales de la Patagonia en las chalupas a vela, viniendo principalmente de la isla grande de Chiloé, atravesando el furioso golfo del Corcovado que separa a Quellón del del archipiélago de las Guaitecas. Estos pilotos desarrollaron complejos conocimientos náuticos pasando gran parte de sus vidas embarcados en sus botes.
Llegamos por casualidad a una casa azul bien adentrada en el mar, en su patio se mecían dos botes, desde ahí nos saludó el cazador de mamíferos Pedro Vargas Ñancupel. A sus 81 años Don Pedro se mantenía perfectamente erguido y atento para realizar bromas. Nos invitó al mate y conversamos con él y su hijo largamente, ahí nos contó de su oficio: cazador de huillines, chungungos y lobos. Sus faenas podían llegar a durar 6 meses fuera de casa. Yo conozco todo, la isla de Guamblin, Purgatorio, el faro, nos íbamos hasta por afuera. En la puntilla había una aparición de lobo y nosotros íbamos a darle palos a los popitos también. Daba lastima igual. Los comíamos nosotros y se los dábamos a los perros. Luego de cada declaración de ese tipo, lanzaba una sonrisa pícara.

Tras abrírseme ese mundo marítimo, inconcebible para alguien de la precordillera. Una cotidianidad que nos demuestra las posibilidades de la existencia humana en relación a su entorno. Una vida de explotación y libertad al mismo tiempo del cual la mayoría de los carpinteros y navegantes parecían sentirse orgullosos, decidí que debía trabajar sobre esos fragmentos: chalupas pudriéndose en la orilla, o guardadas en la memoria de los carpinteros que llevan décadas sin construirlas/ O en el secretos en los aceites de lobo que aun dan a los enfermos/O en los ancestros de los innumerables perros que rodean las caletas/ O en la ausencia de los cipreses que antes colmaban estas islas.